jueves, 20 de noviembre de 2008

Mitades

"Che, la pase bien, buen viaje! Cuidate" y pareciera q ahí se termina todo, q el tiempo que compartieron es nulo. Parece una despedida cualquiera, pero ellos saben que ya no es como siempre, ya no son los mismos. Un "Nos Vemos" con la ilusión de que todo se repita. Un "hablamos" para ir tanteando el terreno. UN par de miradas que sin pedir permiso se animan a decirse mucho mas de lo que ellos no quieren negar: Habrá un "nos vemos"; habrá un "hablamos", trataran de cuidarse de lo que ellos mismos provocan.
Ahora uno de los dos vuelve a la rutina de cursadas, trabajo y deporte; el otro a viajes, cursadas y licencias deportivas por hombros, mismos destinatarios laborales, misma pasión.
Todo sigue igual en el mundo, los colectivos siguen llegando tarde - y mas a las 5 de la mañana- así que un taxi te ayudará a pensar un poco.
Te quedaste solo en la casa de un amigo, las palabras que ya sabias se instalaron agrandando tu ego y no descubrías bien por que, pero todavía algo te provocaba ganas de que no se haya ido.
Parece que el taxi agarró la onda verde de Gaona, así q en 10 minutos estas. La ciudad la vez distinta, la vez mas finita, seguro q es por q te volves chinita cuando sonreís. Hace frió no?, Si,un poco. Como estuvo el laburo hoy? Bien, tranquilo, para ser sábado...Lo memorizas: Sábado, con la intención de auto convencerte que no te vas a acordar que fue un día sábado en el que...
La mejor opción es dormir.Estas cansado y seguro que te va a despertar el celular cuando llegue el mensaje avisando que arribó. Seguís pensando, es tu mejor arte. Algo en vos provocó. No estas seguro del todo si fue la piel, los besos o la espalda. Capaz fue el hecho de encontrar atrás de un título a una mujer que te ofreció placer del fácil, tal vez fue la simpleza con la que te trató, alguna palabra justa...seguís pensando: Algo hizo.
Ya tenés puesto el pijama. Cumpliste con el mensaje, te acostas y ahora todo te cae como ficha justa en cascada completa. Estuviste con él. Te animaste a besarlo, a recorrerlo, a tocarlo, a descubrir su punto mas débil. Si, con él y te siguió escuchando como antes, siguió con su poca coherencia...él.
Aunque estés lejos de casa los colchones son todos buenos cuando estás cansado. Estuviste con ella. Sabes que no va a decir nada pero eso ya no te repercute. Si, ella, la que era nena hace años pero nunca dejaste de pensar en sus tetas, la que te soportó medio loco y te caía muy bien. Si, ella que ya no es la primera vez que te deja pensando, pero no, no puede ser nunca...Ella.

"Che, la pasé bien, buen viaje! Cuida te!" Se quedaron tan limitados de palabras los Señores Vocabularios. Les faltó decirse: Que buena piel q tenemos, nos falto tiempo, me quede con ganas de vos, me encanta tu risa.
Les faltó comentarse que álbum de figuritas no completaron jamás, cual es su miedo mas profundo, por q no se puede volar si tenes un buzo violeta.
Les faltaron encuentros, aunque tengan muchos mas por delante y lo desconozcan. Aunq decidan hoy que esto termino ayer, siempre les va a faltar, por que sin el otro son dos seres inconclusos.


Paulita-



Mi primer Cuento Cortisimo. A ser leido tranquilamente.
ante la menor duda, consulte a su médico o a http://pauuuliitaaa.blogspot.com/

viernes, 17 de octubre de 2008

t a b ú

Mantra de las cuestiones de los cuerpos en mi concepto auditivo. Y es que asi me siento.
- Yo no uso zapatos, soy pobre. Dime que llevas en los pies y te diré si te quiero conocer.
- Viajo en auto, no camino mucho
"A vos te falta gastar mucho los zapatos para venir a hablarme a mi". -Casi se le escapa-
Andar descalzo de pies y cabeza en una argentina tan des-actual. El nene de las estampitas tenía los pies llenos de tierra.
El tren hace ruido a que se va a partir en dos. Las uniones crujen. Las paredes decoradas por seba “tristan suarez manda” seguido de un simbolito que da la idea de pertenecer a un club.
El pibe de la bicicleta marca el pulso de tabú, sin oírlo. Yo ya lo escuché 3 veces seguidas desde que subí al tren. Llamalo fanso si querés.
Un día de viaje con miradas de “me cansé de que llegues tarde”. Y yo me cansé del transporte público. No me cansé de la gente. Me cansé del sistema.
Si te sentás en el tren es porque el anterior vino atrasado y se llevó a toda la gente que viaja en tu horario.
Insoportable el quejido de los fierros me interrumpe el placer del mantra. Quiero leer un libro que me haga inmune al mundo en el que nací. Quiero caminar descalzo y ser bello y dejarme caer entre los yuyos como cuando aprendí a andar en bicicleta.
El tren agarró una curva, y ya me bajo. Las melodías de la guitarra me recuerdan a algún Charlie Parker.
R 4603 mi vagón.


Johann Sebastian Marsopiero, de /skinnocent

si no te gusta como viajas, visitá:
http://viajecomoelorto.blogspot.com/ (entrá y firmá el petitorio)
http://pasajerosdelroca.blogspot.com/

miércoles, 1 de octubre de 2008

Jueguitos sexuales



Lo recuerdo muy bien, yo era una adolescente en la flor de la vida y mi hermanita una niña todavía. El caso es que se apareció en mi habitación con las manos en la espalda, ocultándome algo muy sonrojada. Nunca imagine que su tremenda curiosidad pudiera toparla con semejante objeto. Seguí en lo mío sin prestarle atención, era sábado y me preparaba para salir, contemplando asombrada lo pequeño de mis últimas polleras. Apostada en la puerta del cuarto, Andrea no sabía como preguntarme que era aquello y para que podía servir. Pasaban los minutos y se sonrojaba cada vez más, al punto que me dio pena por su carita de “yo no fui”.

-¿Qué tenes ahí Andy?

-Eh un coso, no se que es – Contesto mirando el piso – Algo que encontré en armario de mamá.

-En el armario de mamá? ¿Y que hacías ahí, chusmeabas como siempre?

-Eh si Lu, ya se que no tengo que revisar, pero te juro que es la ultima vez – Mientras hablaba se balanceaba con sus piececitos de atrás para delante, ocultando con celo su hallazgo misterioso.

-Bueno mientras no se entere mami, por mí hace lo que quieras. Ahora mostrame que encontraste.

-No Lu, así no porque me da vergüenza. ¡Cerra los ojos!

Le seguí el juego, ni siquiera pensé en espiarla porque realmente ya estaba intrigada. Escucho sus pasitos vacilantes hasta la cama, luego los mismos pasos que se van corriendo. Cuando lo veo me quedo muda, un remolino de emociones arremete mi cuerpo sin dejarme pensar. Andrea puede no saber que es aquello, pero para mi esta muy claro. No se que hacer, actúo por instinto, me dejo llevar por las ocurrencias.

-Andy volve dale, no pasa nada… - La veo asomarse lentamente sobre el marco de la puerta- Dale no seas bobi que no pasa nada. No tenes porque asustarte- En ese momento dude por instante si decirle la verdad o no, y muy decidida le dije: - Mira Andy, no voy a mentirte y aunque todavía sos muy chica me parece bien que lo sepas… Esto que encontraste es un vibrador y tiene una única función – Su carita era el reflejo mismo de la intriga – Para lo único que sirve es para dar placer. ¿Queres saber como se hace? – Y si mi pregunta resulto atrevida, la respuesta que obtuve a cambio fue peor…

-Me parece que ya se como es Lu –

-¿Pero no me dijiste que no sabías lo que era?

-No sabia como se llama, pero vi a mami usarlo muchas veces.

-¡Ey eso no se hace! No se espía a los demás – y con su carita realizo el mas tierno pucherito jamás visto - ¿sabes bien como funciona?

-¡Se enciende de ahí mira! – respondió entusiasmada. Y quitándomelo de las manos lo hizo vibrar alegremente.

Esto en mi cabeza provoco una especie de cortocircuito. Estaba mal, muy mal que mi hermanita menor encendiera un vibrador. Pero a su vez, mi cuerpo se encendió también, una llama que inicio en mis pechos y bajo hasta mi entrepierna. La pasión pudo más que la razón y con voz grave ordene a mi hermanita meterse en mi cama. Apague la luz, quedando solo las penumbras de la calle. Cada tanto pasaba un auto y las sombras se extendían llendo de un extremo al otro del cuarto. El vibrador continuaba encendido y su ruidito acariciaba mis oídos. Con la excusa de que estaba vistiéndome para salir, me metí bajo las sabanas en ropa interior.

-Muy bien Andy, mamá nunca se va a enterar de tus espionajes y lo que encontraste, pero quiero que me muestres como funciona el vibrador. Yo no tengo idea de cómo se hace… - y pervirtiendo su inocencia para siempre, me recosté boca arriba rodeándola con un brazo, acariciando su rostro rojizo de vergüenza.

-Eh, mmm bueno Lu – titubeaba, no sabía como empezar, tenia miedo, lo que me excitaba todavía más.

-Quiero que hagas tal cual como viste que hace mami, sin miedos –

Y dándole un beso en los labios muy suavemente, la deje en total libertad de acción. Su manito libre busco debajo de la colcha mi muslo, contorneo lentamente la cara interior del mismo, mi excitación no tenia limites y ella, aun con su corta edad, parecía notarlo porque dibujaba caricias ardientes desde la altura de mis rodillas hasta mi ombligo, llendo y viniendo, rozando su piel con la mía. Un golpe de luz me mostró su carita sonriente, el gesto contenía tal grado de perversión que me asusto y éxito a su vez. Lance un gemido inaudible, y rápidamente Andy deslizo el vibrador por mi abdomen hasta llegar a mi pubis. Mi cuerpo tembló entero mientras Andy apoyaba la punta del aparato en mi clítoris. La constante vibración producía unas cosquillas placenteras que enardecían mi desesperación, mis pasiones e instintos. Con sus deditos pequeños mi hermanita levanto y corrió hacia un costado mi bombacha, la palma de su mano calzaba justo en mi sexo. Me masajeaba lentamente y de a poco, centímetro a centímetro interno el vibrador en mi interior. Enlace sus cabellos entre mis dedos y tomada de la nuca como la tenia, la obligue a lamerme. Metiendo, sacando y lamiéndome de esa forma, mi hermanita paso a convertirse en dueña de mi lujuria, acelerando el ritmo de su penetración, enjuagando su lengua en mis fluidos. El clímax no pudo controlarlo y llego entre gemidos delirantes. Sin sacármelo todavía, lo apago para retirarlo despacio. Mi placer tuvo un último pico de locura con eso y creí reventar. Andy se asomo debajo de las sabanas sudando, chupo entre sus dedos y se acostó a mi lado. Quedamos jadeando las dos, mirando el techo, sonriendo y excitadas. Hicimos un pacto que continua intachable, prometimos cuidar nuestro secreto de por vida, prometimos perfeccionar nuestros jueguitos sexuales, sacarnos todas las dudas, cuidarnos por siempre. Entonces la abrase por la espalda tiernamente, y empecé a desnudarla, lentamente.


morizze

y.


sábado, 13 de septiembre de 2008

En el subte..
Saqué el libro, sostuve la marca en aquel capitulo. Empecé a leer, fue en ese momento que supe que no tenía nada que hacer con la vista. Solo debía escuchar y dibujar lo que llaman palabras. Noticias, recuentos de muertos y vivos, lo que está pasando aquí y frente de mi. Lo que me lleva a pagar el precio de una caricia, sacando y mirando cada billete y moneda. El gesto actuado, el amor que nunca existió. Lo viajes y los vacíos. El vacío de no sentir, porque no se sabe cuándo ni cómo.
Escuchaba la superposición sonora tan perfectamente ideada y llevada a cabo. Una voz y su guitarra. Esas letras y esos acordes, la nostalgia de otro que puede ser la mía, pero que es tristeza en tantos otros. Ser caballero es mentir con artilugios. Mentir el amor o el desamor. Recorrer una avenida sin pensar que se camina.
Casa lo llamarían cotidiano los que creen. Una plaza, algo desierta, eso ilegal que se hace todo el tiempo.
Fue niño algún día. Caminó avenidas Santa Fe y visito viejos estudios y teatros.

En el colectivo..
Una cantidad de sentimientos imposibles de ser metidos en esta escritura: la culpa y la vergüenza, la soledad, la impotencia. Un sentimiento nunca antes explorado cuando se llega tarde. Ponerse en el lugar del otro. Ponerse en el lugar del propio corazón. Estar sólo frente a algo enorme. Ya no disfrutar el viaje y el conocer. Estar saturado por lo nuevo. Una mezcla de lo que se vive y lo que se piensa. Un papel que es una pared pero que puede ser arte. Esa esperanza que da comunicarse.
Se que no la voy a extrañar y eso me duele. No por ella, sino por la mentira, la de los dos. ¿Qué quiere decir adorar? ¿Es más o menos que querer? ¿Es más o menos que un querer fingido que no se sabe a dónde llega?
Lloraría en este viaje, pero (no) sabría por qué.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Alma de cerdo



En el s. XVII el alma era una cuestión muy democrática, todos los seres vivientes estaban dotados de una y por lo tanto podían ser absolutamente responsables de sus actos. Dentro de este paradigma filosófico se desarrolla este relato…

Aquella madrugada el barro brillaba bajo la luna tardía debido a la escarcha que aún persistía en el establo, se escuchaban algunos bufidos del viejo caballo de los Williams y los ronquidos ruidosos del viejo Williams. Era el momento ideal para el crimen perfecto.
No era nada personal pero su instinto del honor no podía impedir su sed de venganza, la dignidad de su hija estaba en juego; el método era bastante ortodoxo, realmente no existía tal cosa.
Entró al granero y comenzó embestir con el hocico todo lo que tenía a su paso, era un cerdo de casi 100 kilogramos, empezó a darle con fuerza a una de las vigas maltrechas construidas con las maderas húmedas de un barco hundido que se doblaron al quinto topetazo, salió con sus cuatro patas al viento y escuchó tras de si el estrépito del derrumbe.
Que John Williams había construido su prestigio y fortuna pisando alguna que otra puritana cabeza no era algo nuevo, toda la comuna lo murmuraba entre dientes, así que cuando salió a gritar en la plaza del pueblo que el cerdo de los Mc Elroy había destruido su granero una risilla general se oyó. El cerdo de los Mc Elroy, que de aquí en más llamaremos Ambrosious, no había sido demasiado cuidadoso y las huellas de sus patitas en el barro fresco condujeron al respetable Williams hacia el culpable, sin la menor duda golpeó la puerta de Edwin Mc Elroy y pidió la cabeza de Ambrosious, Edwin era otro de los no-simpatizantes de Williams así que se negó a traer al cerdo, conocía muy bien la historia de aquella venganza, había escuchado los graznidos de Ambrosious por días y días desde que el impío hijo mayor de Williams deshonró a Wineth la virginal hija menor de Ambrosius.
El pueblo reunido en la plaza decidió que solo un juicio justo podría destrabar aquel conflicto, aunque era muy temprano por la mañana del sábado, ya casi todos estaban levantados, así, todos juntos fueron a golpear la puerta del alcalde, Edwiges Milton la única autoridad para estas cuestiones. El juicio sería luego de la misa matinal en el ayuntamiento, Ambrosious quien estaba tranquilo revolcándose en su chiquero y regocijándose en la venganza, fue sacudido violentamente por los guardias del alcalde que lo llevaron para ser preparado para presentarse ante él.
Consiguieron unas botas pequeñísimas (y carísimas por cierto) para las mínimas patitas de Ambrosious y un sombrero, que fueron de las últimas cosas para ponerle al inquieto acusado.Su vestimenta cubría todas las partes nobles con una gran bolsa de patatas con cuatro agujeros y un viejo cinturón del gordo Mc Elroy que la sostenía.
La sospechosa visita de Williams a Milton momentos antes del juicio acompañado por dos gordos pollos, hizo sospechar a todos a cerca de la sentencia…
El juicio que convocó a todos no duró ni media hora, Edwiges aún con grasa de pollo en los dedos sentenció al heroico Ambrosiuos a la horca por daño de la propiedad privada, Mc Elroy indignado por la decisión le iba a echar un par de maldiciones pero no quería ser acusado por hechicero así que calló, pero se prometió a si mismo agriarle la lechea Williams. En fin Ambrosious permaneció impasible mientras oía la sentencia, con muchísima dignidad atinó solo a rascarse una oreja en dos ocasiones y a resoplar con fastidio, su hija y su esposa también indiferentes aguardaban a un costado del salón.
La ejecución sería a las dos de la tarde porque había que preparar el cadalso, tarea costosa si las hay pero tal vez lo más entretenido de aquel sábado, para colmo lluvioso.
El pueblo estaba indignado, se preguntaban si algún día Dios castigaría al impuro Williams, y rogaban porque el alma de Ambrosious tuviera descanso en el paraíso.
El resto de los amigos y parientes de Ambrosious fue llevado ante el cadalso para presenciar aquel injusto homicidio, entre niños, hombres y mujeres, la pestilente horda porcina se agolpaba ruidosa frente a la gruesa cuerda que en momentos más sería la agonía de Ambrosious.
El cerdo fue alzado con dificultad al banquillo y con la soga puesta al cuello enfrento su destino, quien sabe que recuerdos le pasarían por la mente, lo que si se pudo ver fue que no miró ni una vez hacia donde la hija deshonrada y la flamante viuda aguardaban el fin de este día tan largo. Ambrosius quería volver al chiquero, la bolsa de papas picaba, las botas dolían y de repente un chasquido, un alarido desgarrador y el fin.
Poco a poco todos volvieron a lo de siempre, pero nadie volvió igual; el grito valiente de Ambrosius sería recordado siempre en New Devon, Ambrosiuos fue un héroe que se enfrentó como nadie a la corrupción de aquel pueblo, no ahorcaron un cerdo, dejaron que Williams siguiera viviendo y eso era algo que no se perdonarían nunca.
Todos los 20 de marzo se recordaba el grito de Ambrosius con un día sin carne de cerdo, para asegurar el eterno descanso del primer gran rebelde de New Devon.
Angela

viernes, 22 de agosto de 2008

Leer el Diario


Para leer el diario hay q sacar los ojos de la realidad y posarlos sobre esas letritas negras q aglutinan la constante masa uniforme con la q cada día "nutrimos" nuestras pálidas neuronas. Leer el diario es dejar de ver el mundo para creer en un cúmulo de opiniones subjetivas en formato Arial 12. No se puede negar q es más fácil esa pseudo-información q mirar por la ventana y notar q todo esto tiene muy poco sentido. Por eso yo le digo: "Sra/Sr no confíe en lo que le dicen los ojos, son meros intermediarios de la realidad... saquensenlos... y van a VER lo que es bueno."

*Cronopiana_Mente*

miércoles, 20 de agosto de 2008

22/8

Interconsultas para el mismo paciente melodramático, estudios y mas estudios.
Eternos pinchazos con la ex profesa promesa que si respiras profundo el dolor duele menos, menos que el dolor.

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Parecían veintiún años, que llevaba encerrado en la misma habitación. Las paredes son mas o menos las mismas, decoloradas con el paso de algo que se llevo su brillo, sus infinitos matices. No me atrevo a decir que se lo llevo el tiempo, porque el tiempo en esta habitación siempre era un visitante más con flores, revistas y preguntas torpes acerca del estado del tiempo y la belleza de las enfermeras. De todas formas las paredes seguían ahí, yo seguía ahí y el resto del planeta seguía ahí; en sus quehaceres domésticos como si desconociesen lo que iba a pasar el los próximos veinte minutos. Prendí la TV de alquiler -como de costumbre- cuando era hora de los calmantes y el cambio de suero. Las once y media de un día de agosto, el veintiún. Mientras la enfermera de turno trataba de encontrarle de nuevo la vuelta para que todo el proceso duela menos que el dolor, yo hacia zapping entre el canal cuatro y el veinte escuchando. En realidad, no quería mirar el aparato; siempre me había resultado completamente apasionante el movimiento de las arterias cuando tratan de capturarlas. Su escapar nervioso por debajo de la piel pálida, su zigzagueo constante como si estuviesen poseídas por la misma razón de vivir, de existir bajo un pedazo de existencia y sobre otro pedazo de mi. Pero siempre estaba la ágil mano de la entrenada en captación capilar y la muy pobrecita arteria fallecía exabruptamente bajo el calibre monstruoso de la jeringa. La ronda nocturna había terminado, la puerta se cerrada, el eco de la enfermera recordándome que cualquier cosa apretara el botón que estaba a mi derecha y que había dejado cerca por las dudas que necesitase algo con urgencia. El retumbar nervioso de mi chiste, en esa voz ronca, inaudible. Gastado ya por la circunstancia pero como todavía no tenia edad para darme el lujo y ser un viejo aburrido siempre causaba algo -entre la pena y la gracia- mientras el susurro rebotaba en el sonido del canal doce y la ventana entreabierta. ‘Salud Mirtha, necesito salud’. La luz desvaneciéndose en media centésima de segundo, después llegaba el clic desde la pared. Doce, trece, catorce, quince, veinte, tres, cuatro, diez, cinco, zapping frenético a medida que la morfina iba bajando por el cansado torrente azul, hasta llegar allá, al extremo del dedo anular derecho de pie izquierdo que estaba cruelmente destapado. Zapping o apagar, la inercia hizo lo suyo: arrojar el control remoto violentamente contra el sillón azul que me miraba atónito. Mientras, las personas del otro lado del vidrio, en plaza, seguían paseando a sus perros y a si mismas sin entender lo que iba a pasar unos diez minutos mas tarde. Esa noche no podía dormir, o dormía pero no podía concentrarme en recordarlo. Era una sensación intermitente, acompasada con el sonido a resoplido artificial, a anima autónoma sujetándome de los pulmones de a ratos para devolverme a la vida.
Estaba francamente acostumbrado, pero esa noche era insoportable; la sensación del aire entrando fríamente por todos lados, el anular derecho que había pasado burdamente a ser el estúpido dedo gordo que se quería escapar. Nada colaboraba al silencio normal, pero mientras tanto tenia ese deseo de serenata, de canción solemne descolgándose de mi ventana hacia allá, donde todavía no entendían lo que iba a pasar en ocho minutos y algunas fracciones que me dedicaba a contar mientras la maquina soplaba por mi. Al ultimo clic de la primera y agitada serie me acorde de ella. Maquina cómplice de mi neutralidad, había dejado de aspirar hospital justo cuando el tráfico en la avenida se había calmado y todo me recordaba a aquel ultimo silencio. El de los ojos acristalados y la excusa inexcusable. Cuando iba entrando algo brillaba de más en su dedo índice derecho y en sus faros azules, derecho e izquierdo. Se acerco después del calmante de las dos, cuando todavía estaba demasiado estirado como para contraerme por la noticia. Las paredes desbrilladas, en aquel tiempo me hablaban siempre de ella. Me lo dijeron una tarde, aunque yo ya sabía que nunca iba a durar lo que pretendía. Sabia que tarde o temprano algún alma tan caritativa como la que se esconde abajo del torrente azul iba a verla llorando a la salida del hospital y le iba a ofrecer un pañuelo y un café. Estoy muy contento que así halla sido. Algún alma caritativa también la acompañaría a su departamento, o la llevaría en auto cerca de su casa; seguramente luego la llamaría para ver si se sentía mejor, si había dejado de desfallecer, de llorar. Sabía que –eventualmente- pasaría, y un atlético varón con fuerza suficiente como para sostenerse sobre sus propias piernas le pediría amablemente que se casara con él. Y estoy feliz que no se casara conmigo.. pero como explicarlo ¿verdad? El dedo brillaba, sus ojos brillaban de más mientras que yo iba escuchando una verdad que me estaba perforando más los pulmones. Quería respirar aire de ciudad, explicarle que tenia un poema por cada banco de plaza, una dedicatoria por cada cuento al pasar, un beso en francés por cada abrazo… pero eran las dos y cuarto de un veinte de agosto y no podía hablar. Solamente podía escuchar y -envalentonadamente no llorar- hasta que su brillante presencia se fuera. Nunca entendí como se dio cuenta que era mejor que no volviésemos a vernos, mientras ella hablaba y yo sonreía como un nene de jardín uniformado de rojo con lunares blancos. Y ese silencio...¿Estaría ahora abajo, como los últimos cuatro años, leyendo alguno de los Cortazares que ella me regalo y ya había terminado? Para que engañarse, debe estar con algún hombre atlético de esos que no respiran hospitales, ni toman suero en vez de martinis secos.
Pasó un gato por el jardín tan distraído que no entendió lo que estaba por pasar a los dos minutos. Todo esto tenia demasiado sentido, antes era solamente un interno con una bellísima compañera. Era demasiado extraño para todos, inclusive debo aceptarlo para mi. Mis amigos, que hacia años que se habían dado cuenta hacia donde apuntaba mi vida (es decir, al mismo lugar a la que apuntaban las de ellos, nada mas que yo siempre era un adelantado) ya no pasaban tardes ni noches mirando el lento proceso. A veces pasaban, para asegurarse que siguiese en mi dieta de tubos transparentes y orquestados bombeos de algo. Ahora era un paciente, común. Corriente. Uno. ¿Uno con que? ¿Con el color horrible de las paredes?, ¿Con el movimiento fatídico de las hojas de aquel sauce?. Las primeras tres semanas en este lugar era algo disfrutable, pero después fueron saetas clavándose entre los silencios de zapping, entre los silencios de ella, mirándome desde el sillón azul mientras leía, mientras la leía de reojo como quien quiere entender el sentido de una obra inconclusa. ¿Uno de quien? Inconclusa. Porque estaba empezando a entender ese día, que el anillo dorado era lo que brillaba tanto en su dedo índice. La hoja de aquel árbol cayó sobre el marco de la ventana pero no sabia lo que iba a pasar dentro de un minuto. Aparte sus ojos, nunca los vi tan azules, tan perfectos, tan zafiros desafiantes a estar colocados ahí mirándome. La línea brillante que recorría la parte derecha de su cara era un pequeño río de deshielo que quería llegar a su cuello; y los dos pómulos rozados de ese día, dos manzanas coloradas. ¿Mi desleal dedo gordo me está haciendo tiritar? Y ella, que no podía sostener ninguna voz mas que esa que no había escuchado desde el día que me trajeron, el día de la confabulación extraña y la determinante beatitud de la frase esa que nadie estaba dispuesto a creer, ni siquiera el portador del delantal blanco de la muerte (porque ese día en realidad acabo con mi vida, el todavía no lo sabe). Hace un rato largo que estamos en silencio ¿no? Y si, me miro así y se quedo en silencio un rato, no sabia como empezar a decirlo... creo que eso, no sabia. Tenia que decir algo que no sabia, que no estaba segura de que estuviese pasando, de verme leerla de reojo y creer que estaba en un lugar mas lejos de mi conciencia y tan cerca de mi mano, y ¿el dedo anular tirita o soy yo? Y por supuesto! Porque ella quería esa libertad de andar en un convertible plateado con un conductor lo suficientemente fuerte como para aguantar el peso de la gravedad pero el silencio... como le explicaba al aire que en realidad nunca quería irse, solamente quería volver hasta que yo me fuera, pero como explicármelo ¿no? Yo no quería irme, pero la pucha que hace frío, yo quería acompañarla por veintidós años al menos. Hasta que esta alarma detrás de mi nuca se calle. Pero necesitaba volver todos los días, porque algo mas fuerte que ella la mantenía unida a la maquina, a la soplante realidad que me esta haciendo falta, a la anima faltante en mis pulmones y el bip-bip y el botón. Estaba seguro de haber tirado el control remoto sobre el sillón, o es ella que me miraba tirar del botón cuando tiritaba, y hace frío... mucho frío cuando ella tiritaba, porque claro yo no podía encontrar el botón que Mirtha había dejado a mi derecha y que había dejado cerca por las dudas que necesitase algo con urgencia, como un bip, algo como anima, como un constante soplido de hospital dentro de ese espacio entre mi corazón y mi alma, donde se escondían las arterias, ¿por qué no se están escondiendo mas entre la capa pálida y la otra capa de mi?, -último bip- porque claro, lo único que quedaba a la derecha era el sillón, la sombra invisible. Ella y los dos zafiros que me estaban mirando, la estaría soñando, ya estoy delirando.
¿Soy yo o las paredes tiritan?

Mirtha entro –desesperada- acompañada de dos batas blancas.
Ella sabía lo que había pasado, exactamente a las cero horas del veintidós de Agosto.

jueves, 14 de agosto de 2008




shhh.....
ya no despiertes
a la niña que no fui
déjala dormir
entre sus sueños rotos
y cantos de sirena
no la cobijes...
no siente frío,
entre cientos de promesas
olvidadas
se acurruca y espera
ella sabe que
que algún día de sol
de esos días otoño
en que mendoza
se perfuma de hojas secas
una mano tibia
va a acariciar su pelo
y esos recuerdos
pintados de amarillo
(porque el amarillo le queda lindo)
solo serán recuerdos
de algún lugar
de algunos labios
doblados prolijamente
en un cajón azul
(porque el azul le gusta tanto...)







lola








domingo, 3 de agosto de 2008



Me gusta la ciudad, me gusta el centro.. es lindo mirar a la gente pasar. Suelo sentarme por ahí y observar; observar esa es mi palabra. A veces es complicado ya que la gente no se detiene, camina ligero, corre, se desespera por llegar. A dónde, solo ellos lo saben, puedo inducir, imaginar, delirar y hasta tener la intención de seguirlos y llegar hasta algún semáforo para poder preguntarles hacia donde van y si al menos saben de donde vienen.
Pero nunca lo hago, el personaje observador, pasivo, reflexivo no me va mucho, pero es el que me toca y aprendo mucho de él.. aprendo con la gente a armar mis personajes, así cada vez se asemejan más a la realidad.
Pero muchas veces soy como ellos, y también camino ligero, corro y me desespero por llegar pero siempre tengo conciencia de donde piso, hacia donde voy y de donde vengo.. pero sobre todo cuido mis movimientos.. siempre hay un observador en Buenos Aires.

Instant-táneas de la calle.

martes, 29 de julio de 2008

Dicroicas

Si nuestra parte preferida son las manos, el arte del disimulo está lejos de nosotros.
Marco pequeños zurcos sobre tu espalda con mis huellas digitales.
Me regalas escalofrios.
Te acaricio lentamente,
juego que te estoy viendo,
oliendo,
saboreando con la llema de mis dedos.
Recorro tus brazos, tu pecho.
Se cambia el ritmo.
Preferiria que no me toques, yo soy la que se encarga ahora de vos,
la que decide recorrerte y disfrutar de eso.
No dejo de observarte, me gusta saber tu expresion,
me encanta memorizarte, guardar para mi cada luz,
cada labio mordido,
cada mirada.
Y jugamos, deseamos,
nos sacamos hasta las ganas que nunca se cansan de vos,
nos llenamos el cuerpo de besos y risas,
en un estado de ensueño, palabras complicadas y dicroicas que algun dia se quemaran.
Y finalizamos como dos bebes despues de ser bien alimentados,
uno al lado del otro,
sabiendo que es mitad bienvenida, mitad despedida,
dejando un mundo y sus circustancias detras de la puerta cerrada que por ahora,
y por mucho tiempo mas,
preferiria no abrir.




Paulita-
pauuuliitaaa.blogspot.com
fotolog.com/pauuuliitaaa


Si, hoy no me tocaba, pero tenia ganas de actualizar esto debido a que tenia a mis marsopos un poco olvidados. Ahora, de vacaciones, vuelvo a tener vida social. Asi que mucho cuidado, Paulita's backkk

sábado, 26 de julio de 2008

No estoy solo


A veces ocurre que salgo a correr sin esfuerzo, siento que fluyo, me siento volar, me siento feliz. Siento que corriendo soy persona, pensamiento y sentimiento. Mis piernas se vacían, se llena mi espíritu y me inundo de paz. A veces ocurre que no estoy corriendo, sólo estoy soñando, soñando zancadas que en primavera florecen, en verano descansan, en otoño se escundan en nostalgia y en invierno abrigan ilusiones. A veces ocurre que estoy cansado y no puedo parar. Y a veces ocurre que estoy cansado y no puedos eguir.

Me corro entonces del camino, camino que debía ser llano y deviene tortuoso. Sendas con espinas que coartan e interrumpen mi marcha. Mi desazón avanza y yo retrocedo. Mis pasos se vuelven temerosos, mis movimientos torpes, mis pensamientos inseguros, mis sentimientos infelices.

Siento plomo en los pies, peso en los brazos, daño en el corazón, pesar en el alma. Tropiezo, el sol se oscurece y caigo al infierno. Me acosan los fantasmas, o yo los persigo. A veces se me ocurre que quiero salir corriendo del mundo, cerrar la puerta y tirar la llave.

Mientras escribo pienso en que busco compartir sensaciones sin ver a nadie enfrente, que hablo sin nadie que me conteste, pero ahora sé que cuando las cosas salen de muy adentro alguien las escucha y alguien más las siente.

Sé que nunca más volveré a estar solo. Sin pensarlo más, busco la llave, abro la puerta y vuelvo a entrar corriendo en el mundo........


Rubén/SparklingDarkEyes

viernes, 18 de julio de 2008

(...)!

Ella se miraba en el espejo, pero era un espejo de barro. Veía en su cara un pantano y árboles apesadumbrados sin intenciones de morirse ni nada por el estilo. Sólo contemplaba su cara que de repente era un parque de diversiones donde atendían su dentista, su manicura y su depiladora. Ella los saludaba afectuosamente y discutía con su hermano (que era parecido a un cuervo) sobre las andanzas de Patoruzú, las correrías de Patoruzito y los discos vinilos de su abuelo, que yacía en algún cementerio indio y que a los gritos le señalaba algo incomprensible para todos, pero ella sonreía porque entendía, entendía por qué su tía y su abuela se besaban apasionadamente en el jardín de infantes del beduino vende-baratijas y regaban los departamentos con leche en polvo y nata; sí, nata por todos lados! Lluvia de nata!, que le hacía recordar cuando era niñita y se tapaba totalmente con las frazadas fosforescentes porque advertía la presencia de dios que la espiaba; pero dios estaba representado como una enorme navaja con sombrero, con la cabeza de una mascota que ella lloró pero nunca tuvo, con el torso peludo de su padre y el sexo de su mejor amiga de la adolescencia. Al fin suspiró cuando los camellos la llevaron a la ferretería a comprar un minicomponente; a los camellos mucho no les importaba que ella fuera desnuda y con una solemne metralleta que luego se convertía en pasto, después en rocas, en bicicletas y finalmente en racimos de uvas devorados por su mascota que nunca tuvo pero que compró ayer para su bisabuela ya muerta por tercera vez. El vendedor de ropa la abrazaba y la consolaba, diciéndole que las ventanas finalmente cerrarían, que la ropa se podría lavar, y que su guitarra estaba bien, sólo era cuestión de tiempo; pero la guitarra ya estaba en Hungría junto con sus compañeritos de grado, y ella tenía que dar la lección sobre la invisibilidad de los peones del ajedrez, que la perseguían ferozmente y la alcanzaban….la alcanzaban, no podía correr más rápido..cuando la alcanzaron, tampoco podía luchar, estaba totalmente paralizada, quizás por ese murciélago que tomaba mate en la televisión de una casa en la que no estuvo jamás; ese murciélago que le recriminaba la muerte de sus hijos esa noche. Pero ella estaba demasiado húmeda y excitada como para pensar en unicornios y constelaciones. Sólo deseaba que el cuervo la penetrase de una vez por todas, y rápido!, porque llegaba tarde a su trabajo y se sentía cansada y deprimida porque el avión estaría, como siempre, con todos los asientos ocupados y era incómodo el compartimiento de equipajes; Desesperada, iba al baño del micro a maquillarse, y vió en el espejo su cara dormida y la figura de barro de la mascota que nunca lloró pero que siempre tuvo por suerte…


Milton

jueves, 17 de julio de 2008

PASO EN LA ESTACION


-No eso no es una tormenta, a parte si lo fuera a la profundidad que estamos no se oiría, eso es la revolución viejo!- Dijo la señora del abrigo sabor a naftalina.
-Pero Rosa, desde el 55’ que no bombardean la plaza si no es una tormenta, será una manifestación o algo así- Dijo el viejito de los ojos grises
-Pero hace varias estaciones que se escucha desde Congreso que venimos así-
La chica del abrigo marrón se sacudió apenas en el asiento, no creía en los delirios persecutorios de la viejita pero, había algo en el aire que hacia rato la ponía incomoda, realmente aquel sonido, si es que acaso podía describírselo así, mas bien era un zumbido, una vibración perturbadora, significaba que algo pasaba en la selva de cemento pero qué exactamente…
Hacia varias estaciones que nadie de aquel vagón bajaba, el ruido se había vuelto insoportable, una de las mujeres le había improvisado a su hijo unos tapones con unos boletos de colectivo, mientras pensaba si habría sido mejor tomarse uno en vez del subte o tal vez no y le había salvado la vida.
Constitución estaba a dos estaciones, pero el ambiente del vagón estaba caldeado los hombres habían organizado: Un grupo de asalto, un escuadrón del alcantarillado, un ejército de liberación subterránea y una proveeduría.
El plan era simple fuese lo que fuese lo que estaba pasando arriba (llámese golpe de estado, revolución socialista, invasión extraterrestre o Apocalipsis) el bastión de resistance seria la estación Constitución, en primer lugar había que tomarla, lo demás se iría organizando con el tiempo, la educación del nene de los boletos estaría en manos de Rosa que antes de jubilarse era maestra de cuarto grado, la mama del nene y la chica del abrigo marrón se encargarían de la administración de los víveres que pudiesen conseguir de los locales de comida rápida y los quioscos a lo largo del subte, pero siempre en el anden; quien osara caminar hacia las escaleras para la superficie, seria ultimado por alguno de los comisionados para tal fin. Cuando el vagón comenzó a detenerse en Constitución todos se agolparon frente a la puerta del medio, los sonidos del subte parando, se mezclaron con los frenéticos latidos al unísono de nuestro héroes (quien cree que no lo son); finalmente el subte se detuvo, cautelosamente salio el viejito de los ojos grises, quien por ser el mas anciano de la trouppe, decidió ser el primer valiente en asomarse, cuando por fin después de sacar primero su gorra, por si hubiera francotiradores, alargo la calva cabeza:
-Nada che, todo normal-
-No podemos arriesgarnos, viejo-dijo Rosa apretándole el brazo
El nene no aguanto y salio corriendo, la cara destrozada de su madre hizo que uno de los hombres del escuadrón de alcantarillas saliera tras el chico, un grito ahogado de Rosa anunció lo peor…
-Mami no pasa nada… el circo, es el circo mami, el circo esta en la ciudad-
La madre comenzó a reírse a carcajadas la igual que la chica del abrigo y el de los ojos grises; Rosa al principio se sintió ofendida consigo misma pero después se prendió en la risa y tomando firme a su marido por el brazo salio cantando un tango.
Afuera una caravana circense jamás vista venia desde lejos haciendo rugir leones y sonar tambores, altoparlantes y payasos se reproducían por doquier, todos sonreían ahora en la superficie, todos reían libres y sin miedo eso ya no existía, eso se quedo en el vagón.
Las cosas desconcertantes pasan cuando uno empieza a creer en lo increíble…
ANGELA

miércoles, 16 de julio de 2008

La 440


Ay que afinarce, no ce puede andar por la bida sin pegarle a una nota, es como vesar con los ojos aviertos. "me preguntan desde cuando escrivo?" e inbariavlemente respondo que nose, que si fuera capas de recordar fechas, recordaria compromisos, y esos compromisos me atarian a horarios, y los horarios a valores, y los valores a la bida, y que carajo se yo de la bida? No por fabor señora, no quiero regalos en mi cumpleaños porque son un dia menos, acaso no be que ciempre se resta? menos menos menos
entonces desia que ay que afinarce, y afiansarse, y enamorarse, ah! que plenitud la del amor a primera bista, amor de colectibo lleno, de camino al travajo, de te sonrio, me sonreis y no nos hablamos. Pero que tontos somos, porque aunque sea un segundo estamos enamorados, muy muy enamorados. Pero no, mejor no hablar de ciertas cosas; que canten los mudos y oigan los sordos, que pinten los mancos y contemplen los ciegos, que los niños crescan rapido y los biejos buelban con sus juegos inocentes, como agua de rio que no es de vever dejala correr.
nos estan biolando a todos con la biolencia de las calles, y bamos por alli vuscando alguien que nos avraze, nos mire y nos recuerdo que estamos tan bibos como el perro que pateamos, la baca que comemos, y el pajaro que desde el cielo nos apunta y pum nos mancha con su Vellisimo estiercol berde vlanco. y puteas y puteas, y pasa ella, y seguis pueteando. La puta no te das cuenta que se te ba otra bes?
como diria el viejo mas afinado del mundo, "solo el amor salvara al mundo"



***





(queridas/os marsopas, es mi primera vez por estos pagos, siento mucho las molestias, los abraza y sonrie mucho cuando lo hace, mauricio)





morizze
y.

martes, 15 de julio de 2008

Gritos ocasionales

Por intuición sabemos, sabemos el beso, el tiempo, el sentido. Pero qué problema, qué hermoso inconveniente se nos presenta cuando el saber intuitivo no responde las preguntas que nos aturden la existencia. El primer refugio al que acudimos, tal vez sea la incomoda duda, o el desconcierto. Ahh, con que ahora no sabe por qué vive, y cómo aprendió a besar, y cuándo el tiempo empezó a correr. Yo tampoco lo sé, y el saber intuitivo que tenía sobre esas cuestiones se movía por inercia, pero los primeros fracasos me quitaron ese rinconcito de inocencia. Y el rinconcito se llenó de libros, diccionarios, cartas póstumas, consejeros adrede, y ambiciones vanas. Claro, usted calcule, que yo un día me desperté, sin dejar de ser niño, y creyéndome un adulto, y qué catástrofe. Hubo una epidemia de tristezas, de besos no bien dados, de un tiempo sin medidas, y una vida sin sentido. Por suerte no dura mucho ese período, por una razón intuitiva seguí viviendo, y ocupándome de esas ocupaciones que le ocupan a uno el tiempo que desconoce.
Fíjese que curioso, ¿alguna vez conoció un loco? yo sospecho que este hombre era loco, aun sin saber bien en qué consiste eso de ser loco. Resumamos que era loco y punto. Y a mí que siempre me resultaron agradables las locuras ilustres como la de Don Quijote o Vang Gogh, me dio mucha curiosidad conocer sus motivos, no los motivos de la locura, esos son muy rebuscados e intangibles; hablo de los motivos sencillos y honestos que llaman inevitablemente la atención de un curioso como yo. ¿Acaso usted nunca se preguntó por qué y para qué estaba haciendo lo que estaba haciendo? Sin ir muy lejos ¿para qué o para quién escribo yo esto?
Cuestión que a mi me llamaban mucho la atención los motivos de éste loco. Imagínese qué tipos de ganas pueden movilizar a alguien de manera tan obtusa, para que despierte cada día y se diga: “hoy a las siete de la tarde tengo que ir a gritar a la plaza”. Y siempre que veía a este loco, tenía yo las insensatas ganas de preguntarle “¿qué lo trajo hasta aquí?”, no violentamente como suelo hacerlo; sino con simpatía y bastante envidia, porque no estaría mal detenerse unos minutos al día, cuando uno regresa del trabajo con broncas y líos pendulares, ponerse a gritar entre un montón de desconocidos.
No me diga que no le está dando intriga saber cuales eran los motivos que movilizaban a ese loco, para después acomodarlos en su rutina, y en cada vuelta del trabajo ponerse a gritar en una plaza, o en el colectivo, o en el subte si es muy tímido. ¿Y sabe que es lo malo de esta historia? Que nunca me animé a preguntarle, no por miedo a que me grite, sería después de todo, la opción más factible. No me animé porque esa tarde, yo estaba decidido a preguntarle, y cuando me aproximaba y veía a ese loco gritón y sonriente, me tomó por desprevenido una pregunta: ¿por qué preguntarle?
¿Y sabe qué? usted no me va a creer, pero después de la pregunta me invadió una angustia de esas que calan hondo, ante el hecho que yo mismo desconocía los motivos por los qué esa mañana había ido al trabajo. Usted dirá: porque debe tener que darle de comer a sus hijos, y si no va lo despiden, y sus hijos no tienen que comer. Bueno sí, es lógico, ¿es realmente para tanto? Pero no me detuve ahí: ¿por qué cuándo llegue a casa voy a encender el televisor? ¿para distraerme? ¿distraerme de qué? Y así sucesivamente hasta llegar a la conclusión que mis motivos eran tan inútiles como los del loco, y menos divertidos, y menos eficaces. Y no le sorprenda, no sea soberbio por un instante, le voy a contar que sus motivos, por más lógicos que parezcan, son tan estúpidos e inútiles como los míos y los de mí amigo el loco. Si no me cree, dése el lujo de conocer a un loco.
Ya sé, no me animé a hablarle, pero en cambio, junté coraje, inflé el pecho y me puse a gritar a su lado como un loco.

Atte. Manuel.

lunes, 14 de julio de 2008


Desconfió de tu mirada de mar
sentada en grupas
de furiosas ráfagas
de premeditada calma,
con pliegues de corales
donde se esconden tus peces
de vientres púrpuras.
Desconfió de tus dientes
en pálida hilera,
cual balanza del bien y del mal
sopesan sonrisas a medio canto.
Pero hay un grillo
que canta escondido
suspiros desprendidos de los matorrales
entre tus cabellos de fuego
y me ahoga en los cavernosos
ríos de tu voluntad,
me guarda en los nidos de tus golondrinas,
y de a poco te matizas
en un negro rocío,
que humedece mi piel
como el dulce veneno
de la escolopendra.



lola

jueves, 10 de julio de 2008

Historias de Marsopas II


Hace años que me doy cuenta y no me importa, pero siempre se me viene a la mente que las marsopas solo eran letras y entre ellas se entendían y hablaban de oraciones, puntos letras y márgenes.
Cansada de que todo esto suceda, cansada de no entender en su mundo, ese mundo que el cual no hay puntos, ni comas, ni márgenes, sino que abundan números complejos, racionales, imaginarios, esta Marsopa se designo a emprender un viaje en cual "intentaría" querer a las letras, puntos y tildes sobre todo...
Empezó en el Parque Rivadavia (lugar recomendado por varias Marsopas, a las cuales había escuchado nombrar-) se destino a emprender vuelo (o nadar) entre tantos libros, hojas, frases, y demás cosas que solo las marsopas entenderían.
Esta Marsopa empieza por el lado contrario, opuesto, y casi perpendicular al la avenida Rivadavia (debería decir casi una secante más que opuesto)

-Buenas Tardes... quiero ser una marsopa... ¿cómo puedo empezar a serlo?
-Buenas tardes! Como ser una Marsopa?.. y podría empezar leyendo… ¿algún autor que te guste?, ¿Tipo de libro?...
-¿Tipo de Libro? no entiendo... a mi me gusta leer libros pero, tengo que ver si están los resultados (o sea última hoja) con el resultado y ver si llego con mis métodos a ese resultado...
- ¿última hoja? pero no hay libros así.
- no importa (dice sin comprender, o mejor dicho comprendiendo que no entendía del libro que decía y acostumbrada a leer) usted deme un libro con el cual empezar le pide.
- Bueno, mejor que empieces con un clásico (dice tratando de entender lo de la última hoja)
- gracias! muchas gracias! (muy contenta la cusi-marsopa)
Poco a poco iría descubriendo que el arte de ser Marsopa era muy difícil, ya que en su hogar no se compartía el arte de ser Marsopa como así tampoco en el trabajo y el estudio no se lo permitía. Un día sentada en el colectivo la cuasi-Marsopa saca el libro que gentilmente le recomendó el puestero y empieza a leer tratando de no hacer lo que siempre hace con todos los libros que había leído la marsopa. Siendo así, empieza por el la primera hoja, y prosigue con la segunda, la tercera, la cuarta.... cansada de leer no lo soporta más y lee la ultima página y lee el titulo: Romeo y Julieta (suspira) y cierra el libro que gentilmente le recomendó el puestero.
Un día la cuasi-Marsopa se acerca al puestero:
- Buenas Tardes.
- Buenas Tardes, viene a buscar otro libro para ser Marsopa, ¿le recomiendo otro?
- Vengo a buscar otro libro, pero esta vez elegiré yo, a mi método de la última hoja.
- ¿la última hoja?
- si, mi método... por cierto, le devuelvo el libro que me recomendó ya que no lo termine y no lo seguiré, si gusta puede dárselo a otra persona que quiera ser marsopa.
- (cara de atónito)

La cuasi-Marsopa empezó a buscar libro por libro, a leer las últimas hojas de cada libro encontrando frases como: "y así concluyo", "y todo termino"," y finalmente termino", "colorín colorado" cansada la cuasi-marsopa de buscar y buscar encuentra un libro que la ultima hoja dice:

-Esperá que termine el pitillo.
(-123)

y pregunta a que se debe eso, y el puestero dice que es un libro en el cual no tiene ni principio ni fin. La Marsopa lo asocia rápidamente con los números y no comprende, y vuelve a preguntar y escucha la misma respuesta...


No se sabe si es o no una Marsopa, pero lo que se sabe es que no volverá a leer Romeo y Julieta, y que sigue con su método de escoger los libros.


Gianine

martes, 8 de julio de 2008

Historias de marsopas

Una marsopa se despierta un lunes y sabe que hoy encontrará al amor de su vida. Feliz se pone un sombrero rojo para que él la reconozca, feliz sale de su casa sin perder tiempo. Busca señales de amor, las sigue todas, cede el paso, hace un giro obligatorio, lo busca, lo busca, pero no lo encuentra.
Triste va decepcionada, triste va en contramano. Sabe que otra vez se ha engañado, que todo es una fantasía, que el amor no existe. Llorando llega hasta la plaza, se para sobre un banquito y grita indignada "otra vez sopa!!". Llorando la encuentra la mangosta sabia, la observa a través de su lupa, porque sabe que todo depende del cristal con que se mira, le da un masaje en los pies y sin mucho preámbulo le dice "a llorar a la iglesia".
Como quizás es domingo, la marsopa sigue consejos, guiada por las campanadas llega a tiempo para la misa de las 08:93. Entra a la iglesia, sobre el altar hay un hombre que dicen que cura, supone que debe ser el enfermero, la marsopa (que no cree en la medicina moderna) lo mira con desconfianza pero se acerca a él, lo abraza y llora 3 minutos como es debido.

Enfermero - No te preocupes marsopa, Dios te ama- le dice mientras le muerde la oreja.
Marsopa - En serio??? y yo que pensé que nadie se iba a fijar en mi... dónde puedo encontrarlo? - pregunta más feliz que cuando se puso el sombrero rojo.
Enfermero - Éste es su hogar, golpea aquella puerta, esta descansando porque es domingo, pero quizás te atienda - le dice mientras le pellizca la panza.
Marsopa - Gracias!!!! y yo que no creía en al medicina!!! - repite 18 veces mientras se aleja riendo - glu, glu, glu.

La marsopa nerviosa frente a la puerta piensa que Dios es perfecto, el amor de su vida, Dios Todopoderoso, todo de todo. Toma valor y un poco de vino de una copa que estaba en el altar, golpea la puerta, Dios abre, la reconoce al instante por el sombrero rojo.

Dios - Te estaba esperando, y el que espera desespera - le dice mientras la mira con dulzura.
Marsopa - Si, lo sé, gracias a Dios que te encontré - le dice mientras lo mira con amargura.

Se besan, se tocan, se muerden, se rozan, se lamen, se hacen el amor, se deshacen...

Feliz la marsopa queda embarazada, feliz Dios tendrá un hijo que no es del espíritu santo... a demás vivieron felices y comieron perdices, pero esa es otra historia.


Florencia Martucci, La Reya Destronable

viernes, 4 de julio de 2008

EL MARCO?


Me tome el atrevimiento de marcar con rojo las letras desordenas de la palabra MARCELO y MARSELO para ver si tiene algún sentido… no! creo que no lo tiene.

Me confunden con Marcelo por colarme, pero no por parecernos como alguien le marcó, es por eso mas que nada mi reclamo, si sabes como me llamo por favor deciseló. Que al hablar a provocado que me aterre, mientras se come la R al comerla se escucho.-conoces a Macelo?
No se si me confunden con ese Marcelo o Marselo con “eSe”, se que no, pero si fuese, tendría gran confusión.
Me confunden con marselo, usted verá, mi desconsuelo, una M lo será, o será broma, pues también puede ser loma. Luego una L es amor y otra L es roma, o Venecia a lo mejor, gondolero del amor cuando al sol rema, hasta el alma se nos quema como un palo, me confunden con Marselo por ser malo.

I AM LOSER.


falto de identidad y totalmente confundido, sonrio! el mas imaginario de los amantes.

miércoles, 2 de julio de 2008


Y ahí apareces vos,
como la canción que te dibuja en mi cabeza,
como una mano que pinta un cielo de estrellas,
como el puente que se construye mientras nos besamos
(cómo nos besamos, cada vez más, cada vez mejor, en ventanas en las que el tiempo pasa rapidísimo)




Total parcial,
total general,
no hacen diferencia.
Sólo me interesa saber, y bien se quejaba Oliveira, que este puente no se sostiene de un solo lado, sino de los dos.





Agus.-

Posteando un día tarde!


domingo, 29 de junio de 2008

Entre las ramas del tilo


El guerrero se sentó sobre la superficie lisa de la piedra y soltó un leve gruñido que disimulaba un quejido de dolor. Dejó el pesado bolso a un lado y se quitó con algún esfuerzo las calurosas botas de cuero para poder disfrutar de la suavidad y la frescura del pasto en las plantas desnudas de sus pies. A su espalda, a unos pasos de la roca, se alzaba un tilo de gran tamaño cuyas ramas más bajas se inclinaban hasta tocar el suelo. Era el único árbol en la inmensidad de la llanura. Lo había encontrado años atrás, cuando recorría ese territorio estéril donde ningún ser vivo podía resistir mucho tiempo. Un último sobreviviente desafiando la cruel y desolada extensión de aquel desierto verde, al menos así lo entendió él. Y en el momento que lo vio supo que era allí donde debía completar la etapa final de su trabajo, lo supo sin sorpresa ni emoción de ningún tipo, sino como quien sabe que debe beber para calmar la sed. Ahora, sentado a su sombra como tantas veces desde entonces, se sentía agotado.
Tomó un sorbo de agua para aplacar el mal sabor de boca que le había dejado la carne del pájaro muerto y concluyó que el contenido de la cantimplora no le duraría mucho más. Suponía que el ave había fallecido de inanición tratando de atravesar la llanura, y toparse con el cadáver antes de que empezara a descomponerse había sido una suerte porque sus nutrientes le permitirían aguantar más tiempo. Sin embargo, el alimento era una cuestión secundaria, pues podía sobrevivir durante semanas sin comer. Pero la falta de agua afectaba gravemente a su organismo. Las otras seis cantimploras estaban vacías y, a menos que lloviera, pronto tendría que someter su cuerpo a un nuevo período de inactividad y conservación de la energía vital. Lo había hecho en una o dos ocasiones de extrema necesidad pero ello le había costado la victoria en las batallas subsiguientes, y ya no podía permitirse la derrota. Él era un Disparaletras, uno de los dos que quedaban, y si alguno cedía significaría el fin. Los demás habían muerto o ya no eran útiles porque simplemente habían dejado de Recibir, lo cual sucedía con mucha más frecuencia desde hacía varios años.
Desplazó la mano derecha hacia el lado izquierdo de la cintura y sus dedos se cerraron sobre el arma. Era pequeña y liviana, y al tocarla parecía latir, cambiar de forma y fundirse hasta convertirse en una extensión de su brazo. La sostuvo en alto, admirando los destellos que los rayos de sol le arrancaban al metal al colarse entre las hojas del árbol. Recorrió la fría superficie de plata con la yema del pulgar izquierdo, deteniéndose en cada una de las muescas grabadas con maestría por alguien o algo superior. Esa serie de incisiones extrañas y poco profundas representaba los caracteres de un idioma extinto, del cual no quedaba ningún otro rastro que las inscripciones en las armas de los guerreros. Los signos resplandecieron respondiendo a su tacto y, como siempre, las palabras se tradujeron en su mente a una lengua que conocía y que le era propia: Di la Verdad, rezaban. Creía que la frase debía ser la misma en todas y cada una de las lapiceras destinadas a los hombres como él, al fin y al cabo era la ley principal. Un Disparaletras podía desertar, también podía negarse a escribir o tratar de ignorar lo que recibía, incluso tenía permitido destruir su lapicera, pero bajo ninguna circunstancia le era dado alterar la Verdad o creerse capaz de inventarla. Durante la mayor parte de su vida no había comprendido esa estúpida prohibición, y la había odiado con cada centímetro de su ser. Había narrado la curación de millones de enfermos pero nunca la cicatrización de una de sus propias heridas, las historias de amor de los últimos dos siglos se habían desarrollado al ritmo de su caligrafía y, sin embargo, en ese tiempo jamás describió a una mujer a la que pudiese amar; el suave movimiento de su lapicera sobre el papel había producido la salvación de pueblos enteros, aunque ni un solo milagro para resucitar a uno de los amigos perdidos. Ahora, cuando muchas de las cosas que fueron alguna vez y la mayoría de las que eran habían sido escritas por su mano, seguía sin entender esa ley, aunque ya no la odiaba, había terminado aceptándola. Observó las seis cantimploras vacías alineadas delante suyo con las tapas colgando a un lado por si acaso y pensó en lo fácil que sería componer una simple tormenta. Nubes, relámpagos, rayos, truenos, y agua, muchísima agua. Una palabra tras otra, encadenándose y fundiéndose en una armonía precisa; una danza de la lluvia sin cánticos, gritos ni tambores. Si tiene que llover lloverá, y sino ya veremos, pensó.
Un soplo de viento se levantó desde el sur, tal como lo había anotado la noche anterior, le acarició el rostro y el cabello y fue a internarse entre los recovecos del árbol a su espalda interrumpiendo el silencio sepulcral de la llanura. El sonido le hizo desear de nuevo poder irse de allí. Aquel desierto verde no significaba ningún impedimento para él, pero el tilo era su vigésima sexta torre de recepción y abandonarlo equivalía a pasar un tiempo indefinido sin escribir hasta encontrar la próxima. Las consecuencias serían catastróficas. No tenía una idea exacta de cuánto terreno habían perdido en los últimos años a manos de la inexistencia. De esa vacuidad inexorable que era como ácido, corroyendo la materia, el espacio y hasta el tiempo, dejando una nada, un blanco perpetuo imposible de rellenar. Pero sabía que a duras penas conseguía sostener una cuarta parte de la realidad por sí mismo.
Lo habían catalogado como prodigio al encontrar su primera torre teniendo apenas diecisiete años. Aquello había sucedido mucho tiempo atrás, demasiado para llevar la cuenta, como en otra vida. Sin embargo, el recuerdo permanecía intacto. Había ido en busca de leña para la fogata mientras sus primos armaban la tienda. Él era el mayor y el que mejor conocía el bosque, y, por lo tanto, el único que podía alejarse del lugar de acampada sin compañía. Pero esa vez se internó entre los árboles más lejos que de costumbre y terminó en aquel claro frente a un viejo galpón abandonado. Apenas un pequeño puesto de descanso para los cazadores, del que ya nadie se acordaba. La luz se colaba por los múltiples agujeros y rendijas abiertas en los tablones de madera que formaban las paredes. Por lo cual, a pesar de que la única ventana estaba cubierta de tierra, el interior quedaba lo suficientemente iluminado como para permitirle echar un vistazo.
A su derecha, sobre una estantería mugrienta se veían unas cuantas latas de conservas vencidas y un par de cajas de municiones para escopeta sin abrir. Dos sillas desvencijadas y una mesita completaban el mobiliario. A los pies de ésta, rodeado de restos de pan enmohecido y colillas de cigarrillo, descansaba un trapo verde y raído que parecía haber servido de mantel. Decidió que aquel lugar era decepcionante y cuando dio media vuelta para salir distinguió algo que asomaba bajo la pila de pieles de la esquina izquierda, la cual había quedado casi totalmente oculta por el ángulo de la puerta. El olor a humedad que despedían las pieles era insoportable, las movió sólo lo necesario para sacar el objeto y luego fue a sentarse en el centro del cobertizo. Era una caja de acero carcomida por el óxido. Quitó la tapa con cuidado y vio las armas que lo acompañarían el resto de su vida: el bolso y la lapicera. El primero parecía común y corriente, sin embargo la lapicera ejercía una atracción inevitable, como los ojos de una serpiente justo antes de atacar. La sujetó con firmeza y en ese momento todo lo demás se difuminó casi hasta desaparecer. La sangre le pulsaba frenéticamente en las sienes y le costaba respirar. Sintió como se le erizaba cada vello del cuerpo y el sudor comenzaba a chorrear a través de sus poros. Un fuerte escalofrío le recorrió la columna. Los ojos se le anegaron en lágrimas, dejó escapar un hilo de sangre por la nariz y se desmayó. Los Disparaletras habían bautizado aquello “El Renacimiento”: un trance en el que se recalibraban los sentidos del nuevo guerrero para permitirle percibir lo que hasta entonces le estaba prohibido, dejándolo preparado para iniciar su nueva misión.
Veinte minutos después recobró el sentido con la cabeza a punto de estallarle y muchas ganas de vomitar. Había caído de espaldas y al abrir los ojos pudo contemplar una de las imágenes más bellas que vería en su vida. Cientos de telarañas de distinto tamaño se agrupaban, se fusionaban y superponían formando un espeso tejido de hilos de diamante que tapaba por completo el cielo raso. Lo más extraño, y lo mejor, era que parecían estar deshabitadas. Mientras observaba fascinado las hebras comenzaron a vibrar y emitir destellos alternadamente. Primero una, después otra, una tercera, y así; siguiendo un orden secreto que continuaría en ciclos eternos. Entonces empezó a Recibir. El flujo de información invadió sus neuronas estableciendo billones de conexiones sinápticas. A través de sus sentidos se desbordaron las imágenes, los sonidos, los gustos, las texturas y los olores de todo lo que era y lo que sería. Casi enseguida supo lo que tenía que hacer, su tarea era relatar el Universo. Décadas después se había convertido en una leyenda viviente al superar la quincena de torres cuando un Disparaletras normal no pasaba de las once o doce. Quizás ya me consideren un Dios, pensó con ironía.
Apartó la idea de buscar un lugar mejor y se recostó en el pasto con la cabeza apoyada en el bolso, disponiéndose a reponer sus fuerzas hasta que el sol se ocultara. Trabajar en uno u otro momento del día no afectaba en nada su desempeño pero siempre se había sentido atraído por la noche, creía que cuando la luz del día menguaba la magia del mundo dejaba de ocultarse y las cosas comenzaban a manifestarse en sus formas reales.
Durmió profundamente durante ocho horas. Al despertar la luna aún estaba cerca del suelo. Aprovechó unos escasos segundos para desperezarse y notó que seguía agotado. No se extrañó, llevaba tres semanas extendiendo sus jornadas de trabajo de diez horas diarias a dieciséis. Estaban perdiendo ante la vacuidad que crecía con celeridad; no obstante, mientras siguiera recibiendo y tuviera fuerzas para continuar tenían una oportunidad, una posibilidad ínfima para ser honestos. Una estrella fugaz cruzó de pronto el cielo claro tomándolo por sorpresa, y no pudo reprimir un esbozo de sonrisa que reflejaba una mezcla de amargura y orgullo. El gesto fue breve y hermoso, repleto de esa belleza triste que resulta tan devastadora al manifestarse en una expresión que se supone debe representar alegría. Aquel cuerpo celeste, al igual que el ave muerta que le había servido de desayuno, eran pruebas inequívocas de que su colega, el otro de los dos últimos Disparaletras, no sólo hacía lo que debía sino que se esforzaba mucho más de lo que se le podía pedir. Consiguió incorporarse con cierta dificultad, el dolor de la cintura empeoraba cada semana. Bostezó y luego se internó entre las ramas del tilo: el descanso había terminado.
Allí la oscuridad era más espesa, sin embargo eso no significaba un problema. Se sentó con las piernas cruzadas y la espalda recta rozando el tronco, evitando usarlo de respaldo, con el bolso abierto ubicado justo delante, donde pudiese alcanzarlo sin cambiar de postura. En un tiempo lo había atormentado la duda de qué pasaría si un día metía la mano y descubría que ya no tenía papel, pero por suerte eso nunca había sucedido. Esta vez no fue la excepción. Rebuscó en el bolso, sacó una hoja y la lapicera comenzó a resplandecer con un brillo tenue que fue ganando intensidad hasta que la copa del árbol quedó completamente iluminada. Aunque era potente, la luz que emitía no dañaba ni molestaba la vista aún cuando se la mirase fijamente. De todos modos, cerró los ojos y se concentró en el ritmo de su respiración para despejar la mente de cualquier pensamiento.
Todo era parte de la preparación, del viejo ritual. Así lo había hecho la primera vez, y así lo seguiría haciendo mientras le fuese necesario. Algunos lo habrían tildado de supersticioso u obsesivo, para él aquello era tan natural y esencial como cualquier otro elemento de la batalla. Al cabo de unos minutos la escena del galpón abandonado se repitió tal como venía sucediendo desde entonces, sólo que esta vez no eran los hilos de las telarañas lo que vibraba y emitía destellos, sino las hojas y las ramas del árbol. Sin embargo, algo andaba mal. Los destellos eran muy esporádicos y difíciles de percibir, y pronto cesó la vibración. Eso era inusual, de hecho no podía recordar ninguna situación parecida. Supuso que se debía a una falta de concentración causada por su estado físico. Aspiró saboreando el aroma del tilo, exhalando con lentitud, enfocando su atención en el recorrido del aire. Repitió el proceso varias veces pero no sucedió nada.
Afuera de su acogedor refugio la luna iba ganando terreno. Tenía que escribir, necesitaba escribir. De lo contrario las cosas se complicarían demasiado. Tal vez estaba un poco tenso. Se frotó las sienes aplicando la presión suficiente como para sentir un leve dolor que enseguida se convertiría en un alivio reconfortante. A continuación comenzó una serie de movimientos con la cabeza que le ayudaban a distenderse, y por último se sonó los nudillos de ambas manos. Con eso bastaría. Retomó su rutina respiratoria esforzándose al máximo para no distraerse. Durante dos horas permaneció inmóvil, con los ojos cerrados clavados en la hoja en blanco, esperando. En la llanura el viento corría libre de obstáculos y cada vez con mayor violencia. De pronto sus labios se crisparon en una mueca de fastidio, se levantó y estuvo a punto de quebrarse los dedos al lanzar un brusco izquierdazo que arrancó un pedazo de corteza. Sabía que había una sola explicación para lo que estaba pasando, y por muchas excusas que inventase no podría huir de ella. Estaba dejando de Recibir. Aún así se negaba a aceptarlo, si lo hacía, todo por lo que había luchado se derrumbaría delante suyo. Decidió que lo mejor era permitirse una pausa, tratar de serenarse y volver a intentarlo.
Sentado nuevamente en la roca contemplaba las estrellas. Varias de ellas habían surgido de su puño y letra, y personalmente creía que conformaban la más bella de sus obras. Dedicó un largo rato al viejo juego de identificarlas. Era un pasatiempo del que había disfrutado desde pequeño y ahora cumplía bien su papel como distracción. No obstante, después de nombrar alrededor de doce o trece docenas se dio por vencido, su memoria ya no era tan buena. Aunque por el momento ese era un problema menor. Se quitó los anteojos para poder apartar las molestas legañas. Pronto amanecería. Todavía no estaba listo, pero seguir retrasándolo era una pérdida de tiempo. Además parecía más una cobardía que cualquier otra cosa. Antes de devolver las gafas a su sitio las limpió de manera automática con un faldón de la camisa que alguna vez había sido blanca.
Regresó a su puesto y recreó el rito. La mañana siguiente lo encontró en la misma posición, y al caer la noche aún no se había movido. Un día más tarde estaba al límite de sus energías, pero se rehusaba a perder las esperanzas. Al cuarto atardecer las lágrimas abrieron surcos en la tierra que le cubría las mejillas y mancharon el pedazo de papel que sostenía sobre las piernas. En su mente no se formó ni una sola oración.



Leandro - Ciudad Cronopio

sábado, 28 de junio de 2008

Selección de pasajes de un diario hallado en la papelera de reciclaje

...no sé que pudo haber ocurrido antes, sólo recuerdo estar de pie a un lado de la Plaza Central y al instante sentir un impulso irrefrenable que me llevaba a buscar comida. Me acerqué al rebaño de gacelas y arrojé la lanza hacia la más cercana de ellas (ahora que me percato, no sé como llegó el arma a mis manos). Se acercaron otras personas y se dedicaron a tomar la carne del animal que logré tumbar. Quizá haya sido por la extraña situación de no recordar nada de ninguna cosa pero aquel grupo me pareció compuesto por clones, sujetos exactamente iguales uno al otro, la misma contextura física, el rostro inerte y el trapo azul atado a la cintura, tal como yo...

...hoy me pasé todo el día recogiendo madera, talando un árbol tras otro sin descanso. En realidad la situación no es nueva: cuando no es oficiar de leñador es ir a juntar bayas o trabajar en las granjas, JAMÁS tengo un momento de ocio. Al menos el pueblo es tranquilo y la vista es agradable. Las casitas mezclándose hacia el Norte con algunas granjas, el robusto cuartel al Sur de la Plaza Central que junto a las murallas brindan un agradable sensación de seguridad, los barcos que se acercan al muelle con redes cargadas de peces y acercan un sonido de mar que refresca el ánimo. Me gusta cuando me envían a pescar en la playa...

...¿Alguien ha visto alguna vez al líder? Si el trabajo no fuera tan organizado juraría que no existe. Los sacerdotes tan sólo rodean el templo, no imparten órdenes de ningún tipo. Tampoco se ve nada que asemeje a mandato desde el cuartel, sólo soldados aburridos con sus espadas y alguno que otro con hacha, pero nadie impartiendo órdenes. Es como si lo supiera de antemano, un momento estás talando un arból y apenas un instante después tenés una canasta en la mano y te vas a recolectar comida...

...Al parecer unos exploradores encontraron una mina de oro lejos hacia el sur. Si bien para el líder la noticia es alentadora hay que lamentar que de la expedición sólo regresaron tres hombres, gravemente heridos para empeorar las cosas...

...el trabajo en la mina es cada vez más pesado, muy parecido al que se hacía en la cantera de piedra. Si bien están para protegernos, no me gusta nada la presencia de esos arqueros. ¿Por qué tenemos que necesitar una escolta? Para colmo lo único que hacen es estar parados ahí todo el día mirando de un lado para el otro, podrían al menos darnos una mano...

...los envidiaba, nunca debí hacerlo. A partir de ahora aprenderé a callarme. Si no hubiera sido por esos arqueros que nos dieron tiempo de escapar seguramente estaría muerto, tan muerto como ellos lo están ahora. Todavía tengo en la cabeza sus gritos, tan desgarradores que lastimaba el escucharlos, y aún más saber que esos gritos eran producto de protegerme. Empiezo a entender que todos cumplimos un rol distinto, y agradezco realmente que me haya tocado ser un trabajador y al menos conservar la vida. Lo que no entiendo es ¿qué perseguían esas personas vestidas de rojo? ¿Porqué atacaron con tanta furia? ¿Serían los mismos que agredieron al grupo de exploradores a caballo?...

...horrible, repugnante, vomitivo. Las casas ardiendo como si fuera el fin del mundo, los soldados desparramados por el piso aún empuñando sus espadas, los sacerdotes que no dan abasto en curar gente y las catapultas escupiendo con furia sobre el pueblo convirtiendo nuestro sueño en un mar de rojo, azul y más rojo...

"Memorias de un aldeano del Age of Empires" (Selección de fragmentos)

viernes, 27 de junio de 2008

Por dejarlo escrito

A piazzola
Ráfagas
de algo,
el lenguaje es claro pero requiere haber estado ahí en el momento exacto.
De repente uno se encuentra con otros matices de lo mismo,

pero que están diciendo otra cosa;

es a mi entender la forma justa de hacerlo saber,

disfrutar primero luego explayarse.

La vista cambia como así también lo que se dijo.

A mi amada
Solo pudo decir que no te diré una cosa por otra,

ni ocultaré lo que existió un día domingo dentro mio.

El fresco recuerdo no ha sabido ser olvidado;

las melodías de quien a sabido entender a este mundo.

Me emociona sentir como el destino nos llevó ahí...
decires
de alguien con una sensibilidad poco común.
Recorrer el mundo con la mente es el comienzo.

Caminar sin llegar, pero sin perderse en el tiempo.

Sin más que mostrar mi verdad
Acordes creados por uno mismo
Tierras y ocres del universo

La rima de un corto poema

Podría rozar lo abstracto con mi descripción, sería mas fácil.
Me es sinceramente inevitable analizar minuciosamente las diferencias.
Tragedia y un golpe de suerte en cada razón;
ideas descabelladas surgidas en el hoy.

Este es mas bien el momento de soñar despierto.

Ahora
Letras y notas,

un aroma y lo tibio.

El destello, más tarde un trueno
y el cielo repleto de estrellas, lunas

y un reflejo tardío del sol.

La cascada, un universo.

Viajar, las ganas y lo nuevo;
un error olvidado.

La más bella sensación.

La noche y un recuerdo.

...

Al final pude encontrar a esa persona que tanto necesitaba para ser feliz.
Y supe lo que era estar enamorado. Encontré algo en tus ojos que me inspiraba a ser poeta, en tus palabras un lugar donde podía descansar mi mente y por primera vez un perfume que recordaba constantemente en tu ausencia. Y fue pasando el tiempo y la poesía se transformó en caricias, besos y abrazos llenos de prosa. Y tus consejos fueron escuchados, y empecé a cambiar, encontrarme, creer un poco en mi y a mirar hacia delante.

Descubrí que me estaba empezando a gustar todo de vos, la suavidad de tu piel, la ternura de tus caricias, el amor en los abrazos, los besos más hermosos, y esos ojos que me dicen que te importo y cuan felices vamos a ser juntos. Me pregunto si habrás nacido tan hermosa para mi.

...

Fue encontrar al fin eso que necesitaba para encontrarme, para poder ver mi rostro reflejado y reconocer a ese extraño. Entender o permitirme creer que hay colores nuevos por descubrir. Mirar tus ojos y contemplar. La mente tranquila, la ternura que me atraviesa. Una amalgama inevitable de risas que tiñen mi interior, florecen lo verdadero en mi.
La fragancia desconocida para mi hasta hoy.


jueves, 26 de junio de 2008

Nomeolvides




"Por que el amor no se lo abandona en ningún juego, aunque se lo haya de arriesgar a la vida o la muerte"


(Leopoldo Marechal)




Tan difícil no debe ser, pero lo es. Como cuando empezamos el amor, luego de dar con el primer escalón, se empieza con la semiótica, todo lo tocado empieza su segundo bautismo.Una luna, un árbol, ciertas músicas, en ausencia de la persona amada son los orígenes de la soledad, de la tristeza.Pero esto que parece un error, que es ofrecer los gustos -reservados para uno- es el alimento del amor.Después del adiós, no aceptado, aceptado, quedan todos los gustos tatuados con su nombre, cada roce con ellos hace doler, y abre una cicatriz que parecía sanada o en principio de hacerlo.Uno queda en silencio, sin entretenimientos a gusto y "piachere" (se que esto no es italiano), es por eso que es indispensable cambiar para vivir, cambiar el estado de quietud a cierta movilidad.No es casual que el abandonado empiece a consumir cuestiones que antes en el amor no lo demandaban. El que queda se pierde.Y juega a los "talvezes":Tal vez perderse sea la manera de encontrarse.Laiseca digo en un entrevista algo hermoso:"Sabe por que no conviene abandonar o ser abandonado?,Por que la eternidad es demasiado larga para transitarla en soledad"
Romina Alejandra/ inop0rtuna

Bailarina Solitaria


Una noche cualquiera. Un pub elegido al azar. Dentro de él, decenas de personas diferentes. Hombres, mujeres, morochos, rubias, altas, bajas, con pantalón, con pollera, de ojos azules, de ojos castaños, con pelo largo, con pelo corto. Para mi son todos seres anónimos, desconocidos. Pero hay alguien que se distingue de toda esa muchedumbre. El contorno de su cuerpo forma un marco perfecto que distingue la pintura de su figura del resto del gentío, transformándolo en la pared que la rodea. Decido ubicarme a una distancia prudencial para poder contemplar, disfrutar y observarla en toda su magnitud.

Ella simplemente se me apareció. Los ojos no me engañaron: por más preparado que yo estuviese para ese momento, me asaltó una inquietdu indefinible que no conseguí dominar. Tuve la sensación de quien se eleva y cae. Estaba sola; y no puedo recordar de que forma estaba vestida, a pesar de tener presente su imagen. Estaba sola y parecía estar sola con sus pesamientos, no consigo misma. Había en ella una paz tranquila y una sombra de nostalgia iluminaba su rostro. Me pareció tan liviana que imaginé que podría levantarla con sólo una mirada.

¿Existe acaso algún espectáculo más bello que observar danzar de manera perfecta a una linda y simpática mujer? No sé exactamente si mis ojos se posaron en ella o si ella en mis ojos, lo cierto es que ahí estoy yo, absorto observando sus movimientos hipnóticos. No es sólo su única belleza la que me hace permanecer allí hechizado. Es el conjunto. Se mueve delante de mis ojos una figura de ensueño, en que todos aquellos seres femeninos se confunden.

Si existe algún reglamento de cómo bailar excelente, ella lo cumple al pie de la letra. Todos sus movimientos parecen calculados matemáticamente, cada desplazamiento de su cuerpo va exactamente acompañando a la música. Su largo cabello negro surca el aire de un lado al otro, la cabeza se mueve como un péndulo, sus brazos suben, bajan, mientras quiebra la cintura de un lado hacia el otro. Parece tener el diablo en el cuerpo. Las piernas ensayan cientos de pasos diferentes y sus pies se deslizan de un lado hacia el otro. Y yo contemplándola. Sé que no soy su único espectador, pero me creo la falsa ilusión de que ella baila solamente para mi y que yo soy su único voyeur. Ella no mira nada y por eso cree que nadie la mira. Y la sigo de lejos, devorándola con los ojos. Es mi odalisca de cintura mágica y caderas calientes. Mientras la miro, la disfruto. Me sorprendo luego de un rato con una sonrisa en mis labios.

Luego de un momento parece cansarse y se sienta. Soy invadido de una inmediata ira egoísta, maldiciendo que hubiera terminado así, unilateralmente, tan hermoso espectáculo. Pero como todo acto irracional, dura sólo uno segundos. Es estúpido enojarme con la mujer que había llenado de belleza mis ojos durante todo ese tiempo. Así que decido volver a perder la vista en esa pared de gente desconocida, sin identidad hasta que la pintura volviera a exhibirse. Sinceramente no sé cuanto tiempo habrá pasado, pero para mi fue eterno. De repente, cual Lucero en una noche cerrada, ahí está ella bailando otra vez. Ahora sus movimientos son anárquicos, la música corre por sus venas, ebulle un cuerpo endemoniado. Canta las canciones, las conoce. Por un momento la tengo frente a mi con su hermosa sonrisa a flor de labios. Finjo creer que el destinatario de ese gesto de felicidad soy yo. Internamente no deseo ni cruzar miradas, ni mucho menos acercarme a hablarle para agradecerle tan hermoso momento. Tengo temor de que se sienta por demás observada, se cohíba y su baile se vuelva automático, humano.

Ahora se sube a una silla para continuar danzando. ¡Como si necesitara subirse a un altar para distinguirse del resto de los mortales! Pero el malo de la película tiene un cartelito en su pecho que dice “seguridad” y termina rápido con el espectáculo. La devuelve al piso. Lo maldigo. Ella no se inmuta y sigue saltando, moviendo la cintura, los brazos, en fin, cada centímetro de su cuerpo pulido a mano, al compás de la música.

No sé su nombre, seguramente será descendiente de Apolo, el dios de la danza, ni de donde es, que estudia, o donde trabaja. Quizás sea abogada, médica, profesora. Lo desconozco. Lo que si sé, es que esta noche ella fue una musa inspiradora. Y para mí, es más que suficiente.


¡Que hermoso es sentirnos enamorados, y que extraño es saberlo! Ahí radica la diferencia....


SparklingDarkEyes