sábado, 13 de septiembre de 2008

En el subte..
Saqué el libro, sostuve la marca en aquel capitulo. Empecé a leer, fue en ese momento que supe que no tenía nada que hacer con la vista. Solo debía escuchar y dibujar lo que llaman palabras. Noticias, recuentos de muertos y vivos, lo que está pasando aquí y frente de mi. Lo que me lleva a pagar el precio de una caricia, sacando y mirando cada billete y moneda. El gesto actuado, el amor que nunca existió. Lo viajes y los vacíos. El vacío de no sentir, porque no se sabe cuándo ni cómo.
Escuchaba la superposición sonora tan perfectamente ideada y llevada a cabo. Una voz y su guitarra. Esas letras y esos acordes, la nostalgia de otro que puede ser la mía, pero que es tristeza en tantos otros. Ser caballero es mentir con artilugios. Mentir el amor o el desamor. Recorrer una avenida sin pensar que se camina.
Casa lo llamarían cotidiano los que creen. Una plaza, algo desierta, eso ilegal que se hace todo el tiempo.
Fue niño algún día. Caminó avenidas Santa Fe y visito viejos estudios y teatros.

En el colectivo..
Una cantidad de sentimientos imposibles de ser metidos en esta escritura: la culpa y la vergüenza, la soledad, la impotencia. Un sentimiento nunca antes explorado cuando se llega tarde. Ponerse en el lugar del otro. Ponerse en el lugar del propio corazón. Estar sólo frente a algo enorme. Ya no disfrutar el viaje y el conocer. Estar saturado por lo nuevo. Una mezcla de lo que se vive y lo que se piensa. Un papel que es una pared pero que puede ser arte. Esa esperanza que da comunicarse.
Se que no la voy a extrañar y eso me duele. No por ella, sino por la mentira, la de los dos. ¿Qué quiere decir adorar? ¿Es más o menos que querer? ¿Es más o menos que un querer fingido que no se sabe a dónde llega?
Lloraría en este viaje, pero (no) sabría por qué.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Alma de cerdo



En el s. XVII el alma era una cuestión muy democrática, todos los seres vivientes estaban dotados de una y por lo tanto podían ser absolutamente responsables de sus actos. Dentro de este paradigma filosófico se desarrolla este relato…

Aquella madrugada el barro brillaba bajo la luna tardía debido a la escarcha que aún persistía en el establo, se escuchaban algunos bufidos del viejo caballo de los Williams y los ronquidos ruidosos del viejo Williams. Era el momento ideal para el crimen perfecto.
No era nada personal pero su instinto del honor no podía impedir su sed de venganza, la dignidad de su hija estaba en juego; el método era bastante ortodoxo, realmente no existía tal cosa.
Entró al granero y comenzó embestir con el hocico todo lo que tenía a su paso, era un cerdo de casi 100 kilogramos, empezó a darle con fuerza a una de las vigas maltrechas construidas con las maderas húmedas de un barco hundido que se doblaron al quinto topetazo, salió con sus cuatro patas al viento y escuchó tras de si el estrépito del derrumbe.
Que John Williams había construido su prestigio y fortuna pisando alguna que otra puritana cabeza no era algo nuevo, toda la comuna lo murmuraba entre dientes, así que cuando salió a gritar en la plaza del pueblo que el cerdo de los Mc Elroy había destruido su granero una risilla general se oyó. El cerdo de los Mc Elroy, que de aquí en más llamaremos Ambrosious, no había sido demasiado cuidadoso y las huellas de sus patitas en el barro fresco condujeron al respetable Williams hacia el culpable, sin la menor duda golpeó la puerta de Edwin Mc Elroy y pidió la cabeza de Ambrosious, Edwin era otro de los no-simpatizantes de Williams así que se negó a traer al cerdo, conocía muy bien la historia de aquella venganza, había escuchado los graznidos de Ambrosious por días y días desde que el impío hijo mayor de Williams deshonró a Wineth la virginal hija menor de Ambrosius.
El pueblo reunido en la plaza decidió que solo un juicio justo podría destrabar aquel conflicto, aunque era muy temprano por la mañana del sábado, ya casi todos estaban levantados, así, todos juntos fueron a golpear la puerta del alcalde, Edwiges Milton la única autoridad para estas cuestiones. El juicio sería luego de la misa matinal en el ayuntamiento, Ambrosious quien estaba tranquilo revolcándose en su chiquero y regocijándose en la venganza, fue sacudido violentamente por los guardias del alcalde que lo llevaron para ser preparado para presentarse ante él.
Consiguieron unas botas pequeñísimas (y carísimas por cierto) para las mínimas patitas de Ambrosious y un sombrero, que fueron de las últimas cosas para ponerle al inquieto acusado.Su vestimenta cubría todas las partes nobles con una gran bolsa de patatas con cuatro agujeros y un viejo cinturón del gordo Mc Elroy que la sostenía.
La sospechosa visita de Williams a Milton momentos antes del juicio acompañado por dos gordos pollos, hizo sospechar a todos a cerca de la sentencia…
El juicio que convocó a todos no duró ni media hora, Edwiges aún con grasa de pollo en los dedos sentenció al heroico Ambrosiuos a la horca por daño de la propiedad privada, Mc Elroy indignado por la decisión le iba a echar un par de maldiciones pero no quería ser acusado por hechicero así que calló, pero se prometió a si mismo agriarle la lechea Williams. En fin Ambrosious permaneció impasible mientras oía la sentencia, con muchísima dignidad atinó solo a rascarse una oreja en dos ocasiones y a resoplar con fastidio, su hija y su esposa también indiferentes aguardaban a un costado del salón.
La ejecución sería a las dos de la tarde porque había que preparar el cadalso, tarea costosa si las hay pero tal vez lo más entretenido de aquel sábado, para colmo lluvioso.
El pueblo estaba indignado, se preguntaban si algún día Dios castigaría al impuro Williams, y rogaban porque el alma de Ambrosious tuviera descanso en el paraíso.
El resto de los amigos y parientes de Ambrosious fue llevado ante el cadalso para presenciar aquel injusto homicidio, entre niños, hombres y mujeres, la pestilente horda porcina se agolpaba ruidosa frente a la gruesa cuerda que en momentos más sería la agonía de Ambrosious.
El cerdo fue alzado con dificultad al banquillo y con la soga puesta al cuello enfrento su destino, quien sabe que recuerdos le pasarían por la mente, lo que si se pudo ver fue que no miró ni una vez hacia donde la hija deshonrada y la flamante viuda aguardaban el fin de este día tan largo. Ambrosius quería volver al chiquero, la bolsa de papas picaba, las botas dolían y de repente un chasquido, un alarido desgarrador y el fin.
Poco a poco todos volvieron a lo de siempre, pero nadie volvió igual; el grito valiente de Ambrosius sería recordado siempre en New Devon, Ambrosiuos fue un héroe que se enfrentó como nadie a la corrupción de aquel pueblo, no ahorcaron un cerdo, dejaron que Williams siguiera viviendo y eso era algo que no se perdonarían nunca.
Todos los 20 de marzo se recordaba el grito de Ambrosius con un día sin carne de cerdo, para asegurar el eterno descanso del primer gran rebelde de New Devon.
Angela