martes, 3 de marzo de 2009

Untitle

*Dedicado a los damnificados por los malversadores de la opinión pública

Nunca entendió cuál fue la razón exacta de su efímera gloria. El era un hombre normal, trabajador, cristiano, padre de familia intachable. Pero un buen día sucedió un hecho inesperado que cambió su vida. Volvía de trabajar, y como se iba directamente al cumpleaños de 15 de su hija, estaba vestido con sus mejores pilchas. Pilchas módicas al fin, pero suficientes como para que unos tipos lo interceptaran en una esquina, lo derribaran de un culatazo y lo llevaran a su aguantadero. 
Cuando despertó, vió una jauría de muchachones que se avalanzaban sobre su traje, hurgando entre sus bolsillos y no encontrando más que unas monedas, un peine y una tarjeta de un night club económico de Villa Soldati.
Lo golpearon, lo golpearon, lo siguieron golpeando, y le pedían que cante dónde estaba la guita, y que no lo iban a golpear más si llamaba a su mujer y pedía un rescate de un millon de dólares. Como no entendía nada, el hombre sólo balbuceaba en dialecto formoseño, lo que ocasionó que los persuasivos muchachones le propinaran la más soberana paliza que se haya visto en siglos.
Lo tuvieron en un sótano 2 días sin comer y sin beber, y recién se percataron de su enorme error gracias al noticiero! El hombre que tenían cautivo era Juan Ramón Echaniz, y no Daniel Augusto Pomposo Pinar del Ocampo, el portentoso empresario…
Sin entender la causa de la falla, los muchachotes barajaron la posibilidad de acribillarlo, pero finalmente decidieron dejarlo tirado en un baldío en Laferrere.
Sospechosamente rápido acudió la policía, y aún más sospechosamente urgente llegaron los medios de comunicación, quienes en el intento de lograr la primicia desgarraron los pocos ropajes que le quedaban a Juan Echaniz. Afortunadamente, el equipo móvil del noticiero más poderoso tenía ya preparado un smoking exactamente de su talla. La nota que le hicieron fué la más desgarradora, conmovedora y sentida que se haya visto jamás. Se pararon las rotativas; todos los canales en vivo transmitiendo desde el baldío al heroe, al martir, al que lo hizo por todos nosotros, al Ramón!!


Apenas saludó a su familia por teléfono, y fué arrastrado al programa del momento, el cual rompió records de audiencia. Juan Ramón era un heroe nacional; la fiebre Juan Ramón había excedido el límite de lo tolerable: la gente por las calles corría histérica sin saber hacia dónde, y era atropellada por colectivos, taxis, carros, bicicletas, etc; la gente se emocionaba tanto que solía olvidarse de las ventanas y caía desde altos pisos con tanta contundencia como Juan Ramón en todos los programas de radio y televisión existentes. El estaba cansado, hambriento y extrañaba a su familia, no quería ir, pero “eso puede esperar” le decían babeando los ávidos productores.
En una nota recordó que su peine, que había pertenecido a su abuelo que a la vez había pertenecido a su padre que a la vez iba a pertenecer a su hijo, había quedado en manos de los malvivientes. Una solemne lágrima corrió por la mejilla de Juan Ramón, vista en vivo y en directo por 34 cámaras, desde todos los ángulos posibles, incluso en slow mode! Todos se conmovieron aún más, la gente en sus casas, en sus trabajos, en las calles, no paraba de vertir lágrimas sinceras y clamaba por la devolución del peine. 
En ese vertiginoso andar, Juan Ramón tuvo el papel principal en algunas novelas, las más vistas; todas las modelos y vedettes, juraban y rejuraban haber tenido un affaire con el formoseño, invitado a todos los boliches, pubs y cabarulos más exclusivos; el hombre recibió incluso las felicitaciones del presidente, en homenaje a su inmenso coraje y heroíco patriotismo, semejante a los hombres que forjaron la nación y blablablablablabla.


Cuando pudo por fin regresar a su casa, se dió cuenta que desde su aparición en el baldío hasta ese momento sólo habían transcurrido dos días. Sin más, se echó a dormir recordándole a su mujer que no lo despertase por nada. 
18 horas consecutivas durmió Juan Ramón, y se sorprendió cuando al levantarse, su mujer le dijo que no lo habían llamado para nada, a excepción de una radio de Quilmes y de un programa de televisión religioso de Tortuguitas. No entendió nada, comió algo y vió por el noticiero la desgarradora historia de Juliancito, el nene salteño que necesitaba un transplante de sangre urgente. Ahí se abrazo con su mujer, profundamente conmovidos lloraron al unísono, y corriendo de un lado para el otro no se aguantaron llegar al hospital y cortaron sus venas para llenar de sangre una botella para Juliancito, al mismo tiempo que sus vecinos, sus parientes y que todos.


Milton